viernes, 10 de septiembre de 2010

Revaluación: llegó la hora de actuar

La apreciación del peso colombiano ya supera el 20% en los últimos doce meses. Muchos analistas auguran que el peso seguirá fortaleciéndose en lo que resta del año. Otros analistas, más dados a la ciencia ficción, predicen incluso una hecatombe cambiaria; insinúan, en particular, que el dólar podría llegar a los 1.500 pesos en los próximos años. Casualmente esta semana tuvo lugar en Medellín la asamblea anual de la Asociación Nacional de Exportadores (Analdex), que tenía por objetivo llamar la atención sobre las consecuencias devastadoras de la revaluación sobre el sector exportador.

El problema de la revaluación es complicado, por decir lo menos. La revaluación ha afectado a muchos países latinoamericanos. En los últimos doce meses, el dólar ha caído en Chile tanto como en Colombia. En Brasil, México y Perú también ha perdido valor, pero en una magnitud menor. La mayor estabilidad macroeconómica, las muy buenas perspectivas de crecimiento (asociadas, a su vez, al crecimiento de la demanda global por materias primas) y las bajas tasas de interés, entre otros factores, han hecho de muchos países latinoamericanos un destino atractivo (o un refugio providencial) para la inversión extranjera, directa y de portafolio. A su vez, la mayor inversión extranjera ha creado una abundancia de dólares y ha empujado hacia abajo el precio de la divisa estadounidense.

¿Qué hacer? Las opciones no son muchas. El problema no es tanto de imaginación, como afirmó esta semana el presidente Santos, sino de aplicación: de delinear una estrategia y llevarla a cabo. Hasta ahora, el equipo económico parece más preocupado con los desafíos del futuro que con los problemas del presente. Es como si una familia con problemas económicos decidiera, por alguna razón, gastar buena parte de su energía en pensar qué va a hacer dentro de unos años cuando reciba una herencia cuantiosa que le ha sido prometida. El exceso de previsión puede ser perjudicial. En el manejo económico, necesitamos menos futurismo y más presentismo. Necesitamos, en últimas, una idea clara sobre cómo lidiar con los problemas del presenta: la revaluación, el desempleo, el déficit fiscal, etc.

En cuanto a la revaluación, no parece haber una estrategia clara. Hasta ahora la estrategia ha sido más bien la exploración en voz alta, la lluvia de ideas. El Gobierno debería explorar rápidamente tres alternativas complementarias. Primero, debería estudiar con el Banco de la República la posibilidad de imponer controles o restricciones a los capitales internacionales de corto plazo. Hace algún tiempo estos controles eran repudiados por muchos economistas; hoy son aceptados incluso por el Fondo Monetario Internacional. Segundo, debería avanzar rápidamente con la prometida reducción de algunos aranceles a la importación de bienes intermedios y de capital, con el desmonte de la contribución eléctrica e incluso con una reducción sustantiva (no marginal) de los impuestos al trabajo. Y tercero, debería plantear, de una vez por todas, la necesidad de una reforma tributaria que equilibre las finanzas del Gobierno Nacional y reduzca por lo tanto el endeudamiento externo e interno.

En el corto plazo podría incluso contemplar, por un tiempo limitado, un esquema de subsidios a los grandes exportadores que conjugue tres elementos: la protección del empleo, la transparencia en la asignación y la posibilidad de que los subsidios sean devueltos si la tasa de cambio sube más allá de cierto nivel en el futuro. Claramente las opciones son limitadas. Y no siempre populares. Pero llegó la hora de hacer el tránsito de la lluvia de ideas a las medidas concretas. Porque la revaluación podría descarrilar algunas de las locomotoras del crecimiento y agravar los problemas del desempleo y la informalidad.

No hay comentarios: